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SIERRA DE SEGURA (JAÉN): LAS HUERGAS (Por Peñamujo y Las Espumareas).



PEÑAMUJO
, LAS HUERGAS, LAS ESPUMAREAS 
(Y UN RECUERDO PARA BERNARDO)


Transita nuestro discurrir de nuevo por la profunda sierra de Segura, aquella que en otra época bullía de gente, y ahora remansa calma y paz, perturbada ocasionalmente por la fauna autóctona y por la fauna de aventurados aventureros, pisapraos domingueros, que se adentran en su territorio para admirar y disfrutar este maravilloso patrimonio natural y los vestigios de otros tiempos.

Las "Huergas" y Las “Espumareas” forman parte de ese rosario de aldeas y cortijadas perdidas en lugares que ahora nos parecen idílicos paraísos, pero que entonces el día a día deparaba duras condiciones de vida.

Y bien lo sabía Bernardo, un anónimo habitante de las Huelgas que se ha convertido involuntariamente, por lo que pude comprobar, en protagonista y guía de estos inquietos aventureros que cada semana sueñan con alguna senda perdida o con entresacar algún recóndito lugar a la Sierra.

Antes de llegar a nuestro destino principal, Las Huergas, visitaremos un lugar emblemático en esta sierra: Peñamujo.


Singular resalte pétreo visible desde buena parte de estos rincones. A pesar de su magnitud, su cima es fácilmente accesible lo que supone un otero privilegiado que se asoma al valle del Guadalquivir.


Desde aquí tendremos delante la seductora sierra de las Lagunillas y su orgulloso Almagreros devastada por el gran incendio que sufrió hace ya seis años.


Detrás se adivina la grupa de esa atractiva montaña, el Caballo del Torraso.


A la derecha y al fondo, el imponente Yelmo nos saluda desde su cara menos amigable.


Abajo, en el valle, Cortijos Nuevos, los olivares y Hornos de Segura delatado por el torreón de su castillo.


Allí donde las Lagunillas se dejan caer, el muro del embalse atenaza y remansa las aguas del Guadalquivir estrechamente vigilado por la Risca del Quijarón.


Por la izquierda, la cuerda llega hasta la inconfundible Peña Corva. Abajo, en las aguas la solitaria Cabeza de la Viña amparando los restos de Bujaraiza.


Por el sur las Banderillas, emergentes, como si quisieran reflotarse desde las profundidades de la sierra.




Las Huergas, nuestro destino principal, es uno de esos lugares que uno quisiera para sí.


Guarecidas, recoletas, pero con una gran balconada desde la que divisar panorámicamente el valle del embalse. Desde allí, desde ese mirador de la cerrada de Parrate, puede otearse un profundo horizonte, escuchando el chillar de las aguas al precipitarse velozmente buscando el gran río, admirar el cansino planear del buitre leonado y percibir la esencia del romero traída en rociadas intermitentes por la corriente de aire que la estrechez genera.


Para siempre la querían Bernardo y los que aquí vivieron y con tanto dolor tuvieron que dejarla. ¿Qué daño hacían? ¿A quién estorbaban? Las casas, semiderrumbadas aún guardan su dignidad, mostrando el porte reflejo de lo que fueron en su día. Las huergas, en un eterno e impuesto barbecho, cuidan un tesoro que delata aún la humanización del terreno: sus impresionantes choperas. 

¡Que bonito debe venir por aquí el otoño! 



El lugar, rebosante de vida,
 destila agua por doquier. El entorno, guarda rincones y covachas de singular belleza. Nos sentamos a comer junto al arroyo, en la puerta de la casa, a la sombra. 


La retirada la hacemos por la preciosa cerrada por la que el arroyo de las “espumareas” se abre paso, varias veces tenemos que cruzarlo, ahora fácilmente porque el caudal de agua lo permite en este tiempo aún estival. A la salida de la cerrá nos espera la cortijada de las Espumareas de Abajo, cortijada donde la pista proveniente de Pontones toca fin, dando paso a las sendas de entonces, de siempre. La interminable cuesta transita también por otro lugar merecedor de mayor admiración que la que le prestamos ahora, el calor y el cansancio hacen mella e impiden que nos detengamos lo que quisiéramos. Por fin, Majalacañá, la amplia cañada ovejera que nos devuelve a nuestro punto de partida.




LAS ANÉCDOTAS

En realidad, la ruta en sí, fue una pura anécdota, desde el inicio hasta el final. Las relataré para refrescar la memoria a los que allí estuvieron y para conocimiento de quién quiera saber...

1. Era mi primera ruta con el Club al que tres años más tarde me incorporaría. Ese día conocí a gente entusiasta, animosa, bullanguera, que hicieron el devenir de la ruta casi una fiesta. Alguno de los que allí estuvieron ese día me hicieron reflexionar sobre la solidaridad del grupo, no tenía experiencia al respecto, casi siempre había caminado solo, con mi Trufa.

2. Aprendí a ser previsor. Me fié de la opinión de otros respecto a la cantidad de liquido elemento a cargar y me falló el cálculo. La cuesta de las Espumareas fue un calvario (para mi y para el que me aconsejó). Desde entonces, antes de cualquier ruta, reviso posibles fuentes y siempre cargo con agua de sobra. Nunca me ha vuelto a pasar lo de aquél día y espero que no vuelva a suceder.


3. Cuando algo se pierde en la montaña, es difícil de recuperar. Aquél día estuvimos de suerte, una rama enganchó la cinta de la cámara de Pepe y nos llevó a algunos retrasarnos y organizar la batida en su búsqueda que, afortunadamente, tuvo éxito.

4. La cara que se me tuvo que quedar cuando, tras sentarme a descansar en aquél paraje idílico de las Huergas, para dar cuenta de la sabrosa tortilla de patatas que mimosamente había transportado en una fiambrera dentro de la mochila, algunos, impulsados por Herr Kommandant, que salió pitando, lo siguieron. Nos miramos los que quedamos, incrédulos, y no tuvimos más remedio que seguirlos, todos salvo dos personajes que conocí aquél día y han acabado siendo dos buenos amigos y grandes compañeros de Sierra. Pasé por delante de los dos Úbedas, Paco y Pepe, Pepe y Paco, que parsimoniosamente daban cuenta, para mi envidia, de una suculenta "barrita energética" acompañada de una fresquita y sabrosa "glucocebada". Ante mi interpelación ¿no os venís?, la respuesta fue: "tira, tira, que ya os cogemos". Sin duda, tenían experiencia y sabían de qué iba aquello. Como nos reímos ahora cuando lo comentamos...

5. Como he referido antes, la cuesta de las Espumareas se hizo interminable, era septiembre y por la tarde la temperatura subía, pocas sombras y algunos con falta de agua. No olvidaré como el amigo Quico del club de senderismo de Beas, acompañaba a otro compañero del club que se le andaba resistiendo notáblemente la cuesta. Lo escuche darle ánimos y pararse con él frecuentemente para resollar. Fue la primera vez que lo vi tener ese gesto, pero no la última. La lección fue inmensa, un gran gesto de camaradería y solidaridad. Conociendo a la persona se comprende la enseñanza. 


LA RUTA

La hora de quedada eran las 8:00 de la mañana, en Pontones. Para ello arranqué a las 6:00 desde mi lejano origen que se encontraba en pleno bullangueo festivo, cruzándome con los que se retiraban antes de que la luz delatara en sus caras los efectos del trasnoche. 
El viaje se me hizo corto, la compañía preludiaba un gran día. Escuchando, percibí la misma emoción que en mis soledades sentía, afición y gusto por el madrugón y después una paliza de casi 20 kilómetros ¡para ver el campo!. Oigo en estas palabras los reproches de un amigo que nunca entenderá esta manera de disfrutar de las cosas más insignificantes, o más grandes, según se vea. 
A marcha lenta, pero amena, escuchaba como mis anfitriones comentaban las “batallitas” y pormenores de otras aventuras. Dialogando, cual “torbellino de ideas”, salvamos los males de la sierra en varias ocasiones, lo que hizo que las interminables vueltas del camino se mitigaran y pasaran casi desapercibidas. La luz nos comenzó a avisar de que el día estaba listo allá por Hornos. Enseguida Hornos el Viejo y la cuesta de la Ballestera que nos lleva en un periquete a la cumbre. Cuando llegamos a la tiná junto a la carretera, pasado aproximadamente un kilómetro del cruce de las Casas de Carrasco, lugar y punto de encuentro, éramos los primeros. Al apearnos el sol aún no asomaba y un ligero biruje matutino nos hizo resollar. Rápidamente el mastín de la tiná cumplió con su trabajo, alertando de nuestra presencia a lo que, la curiosidad del pavo, le hizo colarse por algún resquicio de la valla y darnos un educado y sonado recibimiento en nombre del resto de la fauna local, ovina mayormente. 


En esto comenzó a gotear el personal hasta que poco después llegó en comitiva el grueso del pelotón: la gente de Beas, ese gran club de senderismo El Camino, que desplaza vehementemente un pandillón de gente de entusiasmo envidiable. Saludos de rigor y en marcha. Nos acercamos con los coches hasta donde cruza el GR- 144. De allí partimos escoltados por un numeroso rebaño de r-i-c-a-o-v-e-j-a-s-e-g-u-r-e-ñ-a a la que habían dado suelta para que se buscara el sustento.




Caminamos un buen trecho por Majalacaña hasta llegar a un cartelón de la administración, de esos que casi nunca se sabe que quieren anunciar y que siempre estorban para la foto. De aquí, abandonamos la pista por la que después regresaremos y ascendemos dirección W, buscando el borde del pinar bajo las atentas indicaciones del Herr Kommandant. Pronto desembocamos en una vieja pero aún bien reconocible senda que procede del Artuñio al que divisamos al N. A tres kilómetros del inicio ya podemos comenzar a deleitarnos con las vistas del barranco de el Lobo y las Banderillas al fondo.


Situados en la base del cerro Tolaillo (1.610 mts), lo rodearemos por su cara norte primero, para asombrarnos a cinco kilómetros del inicio con nuestro primer punto de interés: Peña Amusgo como dicen los mapas o “Peñamujo” como de verdad se llama. 


Ya por aquí comienzo oír a hablar de Bernardo, al que no conocí lamentablemente, y del trazado que condujo hasta este lugar en otra ocasión. Disfrutamos subiendo fácilmente a este bastión pétreo contemplando las maravillosas vistas que desde aquí se dominan.






Como no, los que poco recargan el depósito de glucidos ya necesitaban reponer fuerzas, y los que lo habíamos hecho, la emoción del lugar se encargó de abrirnos el apetito, así que por consenso el lugar merecía un piscolabis y foto de grupo (ahora que aún andábamos frescos).



Reiniciamos la marcha con energía a tope y cuesta abajo.


Por nuestra derecha, no cesa de pasar como en una de aquellas películas en cinemascope, la amplia panorámica del embalse de El Tranco y la sierra de Segura que limita a las Villas.


Poco a poco nos introducimos rodeando ahora el Tolaillo por el sur, en un bosque donde destacan algunos laricios de porte majestuoso. Se nota que la senda la hicieron muy bien, por manos expertas y calculadoras.


Por allí se abre un nuevo mirador que nos invita a contemplar la constante panorámica que nos acompaña, y que abandonaremos transitoriamente al introducirnos en la hoya que nos llevará a nuestro segundo destino.


Aquí sucede una de las anécdotas del día, unos matorrales querían privar al bueno de Pepe Cabrera de guardar en su cámara los secretos de estos preciosos lugares. Afortunadamente, tras una batida organizada encontramos la planta culpable y la cámara extraviada con plena satisfacción del personal, especialmente del propietario. A la planta se la indultó, por consenso y buen criterio ecológico. 
Un rápido descenso, con la senda algo desdibujada nos conduce fácilmente a un lugar de ensueño: Las Huergas


Lugar donde nació, se crío y vivió Bernardo; viéndolo en algunas fotografías ejerce de una simbiosis total con el terreno. Puedes imaginártelo, tal y como me contaron, correteando como un cervato por cada rincón de este impresionante paraje. Por ello, he propuesto, aún sin haberlo conocido desdichadamente, que esta preciosa ruta que virtualmente se asocia con este nativo, sea conocida y difundida por mi parte como la RUTA DE BERNARDO, es lo menos que podemos dedicarle ahora que no podrá disfrutar correteando como en su infancia esta huelgas. 
In memorian... 
(Quién esté interesado en conocerlo, puede visitar el siguiente enlace de Turismoencazorla.com donde aparece en un reportaje de hace algún tiempo en esta misma ruta. Haz clik AQUÍ)

Continuando nuestra ruta, al menos tres arroyos pude distinguir que confluyen en este lugar. El de las "Espumareas" que tomaremos para nuestro regreso, el de los Centenares que recorre el barranco del lobo y otro que entra por la izquierda camino de la cerrada de Parrate y que no puedo datar. Esta gran riqueza fluvial, da vida a este paraje y me recordó por momentos otro lugar entrañable de estas sierras: la cueva del Pinero (Peinero), allá por la encantadora sierra de las Villas.


Tras cruzar delante de la casa forestal, que en sus tiempos debió ser un caserón, vadeamos el ya arroyo de las Huelgas dispuesto a precipitarse por esa bonita cerrada que nos disponemos a visitar.


Podemos llegar hasta el extremo elevado desde donde se vuelve a abrir ampliamente el balcón del embalse del Tranco y la sierra de las Villas.




Regresamos nuevamente a las Huergas atravesando la altiva chopera ya con sensaciones gástricas que determinan la conveniencia de reposar bajo la arboleda de ribera que nos cobija y reponer detenidamente las fuerzas que nos harán falta para salvar nuestro siguiente escollo: la cerrá de las “espumareas”. 




Desde este lugar podríamos continuar para buscar Los Miravetes y Los Centenares que con el terreno que pisamos formarían una especie de “distrito único”, el de las aldeas perdidas. Tomaremos, no obstante, el regreso por una bonita cerrada donde la pericia de los que conocen el zigzagueo que hay que salvar hace que la crucemos sin pérdida. 

Dicho y hecho, ¡demonios!, no hago más que abrir mi fiambrera y ver asomar la sabrosa tortilla de patatas y ya veo que el personal comienza a desfilar detrás del señor del pelo blanco...atónito, no doy crédito, pero me sumo a la estampida no me quede colgado en el paraje, aunque no me importaría. En el camino atisbo a la pareja de Úbeda que con toda parsimonia continúan con la barrita energética y la glucocebada, estos saben de qué va esto...


Caminamos junto al arroyo de las Espumareas, donde caprichosas formaciones pétreas se asoman vigilantes del camino que llevamos. Primero por la izquierda, después por la derecha vamos remontando poco a poco con la sabia dirección de Sansón y la atenta vigilancia de Paco y Pepe para que nadie se descuelgue, un detalle por su parte, si señor.





Casi sin darnos cuenta oteamos de nuevo choperas. Las choperas en la sierra, visibles desde la distancia, delatan humanización próxima. Estamos en la cortijada de Las “Espumareas” de abajo, otro precioso lugar que no se presta al detenimiento y deleite, no porque no lo merezca, sino por el calor asfixiante que cae a plomo. Comenzamos aquí nuestro particular “penaero” para ascender por esta pista interminable y sofocante, rozando Las “Espumareas” de arriba


para, finalmente volcar a la Majalacañá desde donde siete horas antes, con más entusiasmo que a la llegada, partimos para completar esta fascinante ruta.





EL VIDEO





DATOS TÉCNICOS

DenominaciónSIERRA DE SEGURA (JAÉN): LAS HUERGAS (Por Peñamujo y Las Espumaredas)
Fecha10.09.2011
Localización
La ruta parte junto a Pontón Alto para visitar una espectacular formación geológica conocida 
en la sierra por Peñamujo
A continuación desciende por una antigua senda hasta las Huelgas, donde podemos adentrarnos 
por la cerrada de Parrate hasta el un bonito mirador al embalse del Trancola sierra de las Lagunillas
El regreso se hace por la no fácil cerrá de las Espumareas para salir a las Espumaderas de abajo donde 
conectamos con la pista que nos devolverá al punto de inicio tras rozar las Espumaderas de arriba.
Acceso
Desde Hornos, ascendemos a las cumbres en dirección a Pontones. 
Antes de llegar a Pontón Alto existe una tinada a la derecha de la carretera aproximadamente a 
1 kmt tras pasar el cruce de Las Casas de Carrasco. Aquí nos desviaremos por el carril aproximadamente 
500 mts 
para dejar el vehículo en un anchurón junto a las señales del GR-144.
InicioPista de Las Espumareas, junto a las balizas del GR-144.
FinEl mismo que el inicio.
Tipo de trayectoCircular
Tipo de firmePista / Senda/ Sin camino definido por la cerrá.
EstaciónPrimavera/Otoño/Invierno /Verano
Distancia18,490 kmts
DificultadModerada
Tiempo estimado7 horas 30 minutos
Cota mínima1.143 metros
Cota máxima1.553 metros
Sugerencias
Crema solar en verano. Estirar y calentar. Calzado adecuado. 
Llevar agua abundante, no hay fuentes.
TracksWIKILOC
MovilCobertura Movistar en el mirador de la cerrá de Parrateinconsistente en Peñamujo.
En el resto del recorrido no encontré cobertura.
Mapa
BibliografíaRuta guiada por Sansón y otros compañeros conocedores de la zona.

2 comentarios:

Ángeles Gil Cabrera dijo...

Hola porfavor me podria decir si por esa ruta están los cortijos en ruinas del Regalaero y el de Cañete??? alli nacio mi padre y mis abuelos,quisiera ir pero no sé. Gracias me urge.

Galeno MaM dijo...

Siento mucho la demora en la respuesta Ángeles, pero Google no me avisó. El cortijo del Regaladero queda cerca de la ruta que transitamos, concretamente por debajo de Peñamujo. El cortijo de Cañete no lo conozco. Saludos.