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DE LA CRUZ DE COLÍN Y LA CASILLA DE LA FUMAORA, UNA ESTREMECEDORA LEYENDA DE LA SIERRA

Valle de Guarondo desde el cortijo de Justa la fumaora


Es sabido que cada pedazo de Sierra, cada rincón, tiene un nombre que lo define. Igual que los urbanitas precisamos nombrar a las calles para orientarnos en el espacio de un pueblo o ciudad, ellos necesitaban designar cada lugar, así sabían de donde hablaban, aunque paradójicamente, con la curiosa diferencia de que no necesitaban rotular, eran capaces de guardar en la memoria, recordar, referir y transmitir cada recodo, covacha, nava, morro o camino.

Uno de los topónimos que salpican la geografía serrana es el de “la cruz de…” Lugares donde habrían acontecido hechos luctuosos que deseaban que permanecieran en la memoria de la gente. El acto de añadir una cruz podría servir para santificar y alejar los "malos espíritus". 

Del tirón me vienen un puñado a la cabeza, la de la mala mujer, la de Yescas, la del muchacho, la del helado, la de Colín,… De la última, de la cruz de Colín, me pide el amigo y compañero de correrías por la sierra Josechu Ubedatrekking  explicar el posible origen de la misma, cuyo relato escuchamos los que aquél día nos aventuramos por aquellos lares (José Andrés, Paco, Ramón y quién esto escribe), en agosto de 2015, de Juan Punzano, el pastor del cortijo de la escalera, quién nos refirió haber conocido la historia de boca de su madre, la cual conoció a los personajes involucrados. (El relato de la ruta de aquél día puede verse aquí y aquí.)


Grupo con Juan Punzano, que nos relató la leyenda de la Cruz de Colín (Fotografía gentileza de José Andrés)

Los sucesos que dieron origen a este conmovedor topónimo, se remontan a un periodo indeterminado anterior a la Guerra Civil. Por entonces, la Sierra era un hervidero humano, en cada rincón se levantaba un cortijo albergando a alguna familia que buscaba subsistir de lo que la tierra, y los pocos animales que pudieran sacar adelante, les dieran. Cualquier lugar susceptible de cultivo se roturaba y se convertía en medio de sustento, hasta en lugares inhóspitos, donde los fenómenos meteorológicos eran más un peligro que un amparo, se instalaban con el ánimo puesto en poder ver amanecer el día siguiente.

Al amparo de la Morra, en Chorrogil, por encima de Guarondo, con impresionantes vistas a su valle y a los macizos de los Vílchetes y de Navazalto que lo cierran por donde se pone el sol, en una extensa llanura que cae hacia el cauce del Aguascebas de Chorrogil, pusieron dos cortijos, bueno, si es que eso podía llamarse a tenor de la planta que podemos hoy comprobar, ná, cuatro piedras levantadas donde poder refugiarse. Allí vivieron que sepamos dos familias, la de Faustino Colín y la de Justa “la fumaora”, a más de 1.300 mts de altura, y a 250 mts de distancia uno del otro. Uno, la casilla de "la fumaora", en el filo rocoso que mira al valle de Guarondo y, el otro, el de Colín, volcando hacia la cerrada de Chorrogil.


Ruinas del cortijo de Justa "la fumaora"


Ruinas del cortijo que habitó la familia de Facundo Colín 

Situados los personajes de la historia, su hábitat y el lugar de los acontecimientos, pero... ¿ y la cruz? 

Se encuentra distante de este lugar, bastante retirada de la morra, en plena senda de la cumbre que iba o venía de Mogón a la sierra, atravesando los Vílchetes , rozando el cortijo de la escalera, y yéndose por los Palancares hasta lo hondo. Cerca del embalse que la administración bautizo como del Aguascebas, a la altura del  collado Caracho, la senda de las cumbres cruza la carretera transversal de las Villas. En el tramo de subida por la lancha del Montón y antes de llegar a la pará del vaco, hay un pequeño raso que se conoce como la cruz de Colín, aunque la verdadera cruz se encuentra grabada en un pino próximo que nos desveló nuestro contador de historia.


El pastor del cortijo de la Escalera repasando la Cruz de Colín. (Fotografía gentileza del Diario Jaén)

Cuenta quién a mí y a otros contó, que el marido de Justa, además de dormir en su casa, realizaba visitas transgresoras a la casa del tío Facundo cuando este se encontraba fuera o con el ganado. De tal suerte que la cosa cundió por el valle o el tío Facundo albergó sospechas, y decidió acabar con aquella situación drásticamente, limpiando su honor como se acostumbraba a hacer en aquellos tiempos. Se armo de escopeta y recorrió la corta distancia que separaba su casa de la del ofensor. Se conoce poco de lo que allí sucedió, pero ha llegado mediante la transmisión oral la anécdota y lo esencial del desenlace.

El caso es que el ofensor parece que se encontraba en tareas de reparación de la cubierta de la casilla, allí lo interpeló el ofendido Colín: “termina, termina, que serán las últimas tejas que pongas en tu vida”. Viéndose el agraviante atrapado, pidió, a modo de gracia, poder bajar del tejado y acabar sus días con los pies en la tierra, a lo que el tío Facundo, bien cedió,  bien la petición distrajo su concentración, el caso es que el marido de Justa aprovechó para saltar ágilmente del tejado al suelo por la parte posterior, entrar sin más ni más en la casa, trincar su escopeta y disparar por la ventana, alcanzando de muerte a Facundo Colín.  

Tal vez, comprendiendo el alcance del hecho, decidió entregarse en Villacarrillo  a la Justicia con la esperanza de que la entrega voluntaria y el haberse producido el suceso en defensa propia, atenuaran la pena. Tomó el cadáver, lo cargó en el mulo y alcanzando el camino de la cumbre inició el periplo. Se desconoce la circunstancia que le hizo pararse en la lancha del Montón, tal vez el miedo se le vino al cuerpo, tal vez tuvo que recolocar la carga de la caballería, tal vez pensó dar la vuelta..., el caso que en aquél lugar en que paró, talló en un pino una cruz, seguramente con la intención de santificar un lugar y un hecho marcado por la tragedia. Desde entonces, a aquello, la gente que allí vivía y por allí pasaba, comenzaron a llamarlo la Cruz de Colín.

(1) Este relato está basado en un hecho y personajes reales, probablemente deformado o magnificado por la fantasía y el tiempo transcurrido, por eso se trata de una leyenda.

Fuentes:

- El Gran libro de la Sierra de las Villas. José Gómez Muñoz. Ed. Bubok

- Diario Jaén (06.11.2016). La ruta de la Cruz de Colín. Juan José Frías.

- Testimonio oral de Juan Punzano, pastor de los Vílchetes.

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